08 enero, 2006

LA SANTA COMPAÑA



En la muy noble y leal ciudad de Alcaudete


Hace muchos años que no escucho a vuesas mercedes hablar de la Santa Compaña, y no es que sea raro, la buena iluminación de las calles y que sus señorías van casi siempre en sus coches, impiden sobremanera que sean testigos de semejante procesión, aunque para los «creyentes» la razón es que ahora se rezan más misas a los difuntos...
Sepan, los que no tengan noticia, que la Santa Compaña es una procesión de almas en pena, que va precedida por un ángel enfermo y triste, que porta una cruz plana y una alcuza con agua bendita, (...cuando amanece, otro ángel hermoso va empujando a las sombras y huyen los malos espíritus). Caminan en dos hileras, envueltas en sudarios, con las manos frías y los pies descalzos.
Cada fantasma lleva una luz, pero casi siempre es invisible, sólo un olor a cera y un ligero viento son las señales de que está pasando la legión de espectros.
Al frente, junto al ángel va el espectro más grande, “la estadea”.
Algunas veces llevan un ataúd en el que va un familiar del que presencia el paso. Este familiar no tardará en morir.
Discurre por las calles oscuras y extrarradio de los pueblos, calles que casi siempre conectan con lugares apartados y oscuros de vegetación espesa o con connotaciones religiosas, siempre los ve un solo testigo y a altas horas de la noche....
Aquí en el pueblo un buen sitio para ver la Santa Compaña es los aledaños de la fuente Zaide en su conexión con el Calvario, la explanada de “las Cañaillas” y las callejas adyacentes al cementerio, sobre todo cerca de la antigua bajada a la estación del ferrocarril.

La «Santa Compaña» la describen como una procesión de figuras vestidas de blanco y cubiertas con sendas capuchas. Cosa falsa e infundada, ya que aunque algún difunto vaya así, la mayoría va con traje de mortaja. Se ve claramente cuando se observa que la chaqueta está cortada por la espalda de arriba abajo, y de forma esporádica algún que otro difunto lleva sayal de alguna orden religiosa o cofradía.
La fantasmal comitiva se mueve en el más absoluto silencio, mientras un fuerte olor a cera quemada lo inunda todo.
Algunas veces se puede observar como esta comitiva se para frente a la casa de algún vecino, que invariablemente morirá próximamente en extrañas circunstancias.
Según la tradición, tan sólo ciertos «dotados» poseen la facultad de ver a la Santa Compaña: los niños a los que el cura párroco, por error, bautiza usando el óleo de los difuntos, poseerán, ya de adultos, la facultad de ver la aparición.
Otros, nunca podrá verla pero si intuirla por el olor a velas surgiendo de repente, o el espanto de determinados animales: perros, gatos, gallinas con sus pollitos, caballos... que según la leyenda pueden ver esos fantasmas por algún tipo de sensibilidad especial.
El buen creyente habrá de dejarse guiar por esa intuición y tomar igualmente las medidas oportunas.
El punto de reunión de la fantasmal comitiva será, determinadas encrucijadas de caminos donde hay cruces o recordatorios de muertes violentas y accidentes, y a partir de ese punto comenzará su triste procesión nocturna.
Estos difuntos intentan no solo avisar de futuras muertes de vecinos, reclamando su alma como nuevo acompañante, sino que también lo hacen para pedir misas por su salvación a los familiares vivos y para reprochar a los vivos pecados o faltas cometidas.
Si sus señorías desean protegerse de la Santa Compaña y librarse de la condena en caso de toparnos frente a frente con semejante procesión, existen varias fórmulas de protección, y las más populares serían:
Acompañarse de un gato negro y, en caso de toparse con la macabra procesión, arrojárselo y huir.
Apartarse de su camino, no mirarles y hacer como que no se les ve.
Hacer un círculo con la estrella de Salomón o una cruz dentro y entrar en él.
Rezar sin mirarles y no escuchar su voz, en el supuesto de que se dirijan a nosotros.
Llevar encima escapularios, objetos sagrados, ajos o castañas de indias, y no plantarles cara.
En último caso, uno puede tirarse al suelo boca abajo y esperar que la Compaña no le pase por encima, o también hacer determinados gestos mágicos como «la figa o higa» o «los cuernos».

En las noches de invierno,
la muerte descalza
afila con celo
la plateada guadaña,
frecuenta caminos
y encrucijadas,
yendo al encuentro
de la Santa Compaña

Pórtense bien y no den lugar a que me den las quejas, ya que luego "menrito" y eso da lugar a regañinas.

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