25 marzo, 2006

EL JUDIO ERRANTE


En la muy noble y leal ciudad de Alcaudete

Permitan "vuesas mercedes" que les hable de una historia o”leyenda”, como a ustedes les gusta decir de los hechos magníficos, desconocidos o sobrenaturales.
Se trata de la historia del Judío Errante, personaje del que antaño hablaban las abuelas a sus nietos, en noches de tormenta, sentados a la mesa camilla y alrededor del brasero.
Se relataba, cuando la televisión no les tenía el seso sorbido a sus señorías, que hace más de sesenta años, una vecina del pueblo, se dirigió a la Fuente Nueva para coger una cántara de agua, una noche del final del verano. Por aquel entonces había la costumbre de beber el agua de las fuentes, por lo fresquita que estaba y porque no había otra forma de abrevarse. Era noche de luna llena y una luz azulada dejaba ver con nitidez el pilar y los caños de agua que fluían con su soniquete cantarín.
Al acercarse al pilar se percató de la presencia de un hombre que estaba sentado al borde y jugaba con una de sus manos metida en el agua, después de poner el cántaro a llenar en uno de los caños, se dirigió al forastero diciéndole:
-Dios guarde a usted-
El forastero no le contestó de inmediato, pero al tanto le dijo:
- Buena mujer ¿me podría dar de beber?-
Patrocinio, que así se llamaba la mujer le contestó:
- En cuanto llene, le daré un jarrito-
Se quedó mirando al viajero y observó que tenia una capilla liada al cuerpo y que le tapaba hasta el cuello, un sombrero de ala ancha que casi no le dejaba ver el barbudo rostro, un cayado con un hato anudado al extremo y unas botas altas, casi hasta las rodillas.
Cuando llenó la cántara, desató la tapa de barro de la misma, que era a modo de jarrito y llenándola de agua se la ofreció al forastero.
- Tenga usted, señor… , se le ve cansado-
El hombre no respondió, cogió el jarrito y se le bebió de seguido, después se limpió con la bocamanga y dijo:
Gracias… Aquí había otra fuente diferente a esta, que tenía cuatro caños, la última vez que pasé por aquí…, de eso hará más de cuatrocientos años.-
La mujer se quedó petrificada y sin recoger la tapa de la cántara, se la echó a la cadera y salió de allí como alma que lleva el diablo. Cuentan las gentes que Patrocinio enfermó y murió a los pocos días, convencida de haber hablado con el mismísimo Judío Errante.
Es el Judío Errante un personaje legendario, condenado a ser inmortal y a caminar sin descanso, y que, según se cuenta, no posee nunca más de cinco monedas de pequeño valor, con las que poder comprar algún alimento, pero que encuentra siempre este exiguo capital en su bolsillo.
La historia del Judío Errante es conocida por las gentes en general, desde que en Constantinopla, allá por en el año trescientos y pico, se descubriera la Vera Cruz.
Dice la leyenda que se le conoce con el nombre de Ahseverus y parece ser que ejercía el oficio de zapatero en Jerusalén. Cuentan que:

“…cuando Jesús, llevando sobre sus hombros el madero de la cruz, pasó por delante del taller de Ahseverus, los soldados que conducían a la víctima al Calvario, movidos a piedad, rogaron al artesano que lo dejara descansar algunos instantes, sentándose en un poyete que había en el zaguán de su casa. Ahseverus o Ahsevero no accedió a su súplica, y dirigiéndose a Jesús le dijo: «¡Anda!». «También tú andarás,» le respondió con dulzura el sublime mártir; «recorrerás toda la Tierra hasta la consumación de los siglos, y cuando tu planta fatigada quiera detenerse, esa terrible palabra que has pronunciado te obligará a ponerte en marcha de nuevo.» ”

Sepan sus señorías que desde el día siguiente a estos hechos, Ahseverus, movido por una fuerza sobrenatural, cumplió el decreto divino, comenzando su interminable peregrinar por el mundo. Hay testimonios que dicen haberlo visto en Francia, Alemania, Persia, Suecia, Dinamarca, la isla de la Gran Bretaña y otros muchos lugares y comarcas.
Dicen que en el año 1576, dos embajadores de Holstein le vieron y hablaron con él en Madrid; en 1600 se le vio en Viena, y en 1601 en Lubeck. En el año 1615 se le vio en Livonia y en Moscú, y muchas de las personas que le vieron y que llegaron a hablar con él dicen que jamás se le vio reír. Goethe, en su juventud (1775), pensó usar la leyenda del Judío Errante por argumento de una epopeya que quería escribir y así consta en sus Memorias donde da a conocer esta idea que jamás llegó a ser el proyectado poema.

Guárdense vuesas mercedes, en las noches de luna llena, de los forasteros y desconocidos, sean corteses y educados pero mantengan las distancias, no sea que topen con el Judío Errante y del susto se tornen sus cabellos en blanco y del pavor que semejante compañía les pudiese producir, enfermen y pasen a mejor vida como la vecina Patrocinio.

Pórtense bien y no den lugar a que me den las quejas, ya que luego "menrito" y eso da lugar a regañinas.