09 enero, 2010

El Romance de Gerineldo

En la muy noble y leal ciudad de Alcaudete

Sin que se pueda decir que sea proclive a la poesía y los romances, se me ocurre traerle a vuesas mercedes, uno de los romances más extendidos desde tiempo inmemorial y que ha llegado hasta nuestros días, aunque el uso y abuso de televisiones y otros inventos modernos han dejado un tanto en el olvido de las generaciones jóvenes. Es esta una historia del triunfo de la pasión sobre las barreras sociales, cantada por doquier, y también bailada en el muy famoso “baile a tres” (de hombre con dos doncellas), y que según parece se conserva en Las Navas del Marqués, pueblo serrano de las sierras de Ávila.
El gentil y bello Gerineldo, que podría ser el Reginaldo, de versiones portuguesas, o tal vez Eghinardo, alcanzó fama y difusión por tantos lugares y sitios que llegó a ser impreso en mis años mozos del siglo XVI, procedente de un pliego suelto, que se difundió en 1537, donde queda truncada la historia en el momento en que la infanta descubre que su padre ha puesto la espada entre ambos amantes. Después en posteriores versiones continúa la acción a Turquía y hasta se inventan una huida de los amantes a remotos lugares.
Entre millares de versiones de la tradición oral que han llegado a siglos recientes y aunque similares, todas distintas, les traigo la versión que más me gusta:

¡Quién tuviera la fortuna
para ganar lo perdido,
como tuvo Gerineldo
la mañana de un domingo,

estando limpiando sedas
para al buen rey dar vestido!
-Gerineldo, Gerineldo,
paje del rey más querido,

¡cuántas damas y doncellas
desean dormir contigo!
Bien pudieras, Gerineldo
tratar de amores conmigo.

-Como soy criado vuestro,
os queréis burlar conmigo.
-No te lo digo de burlas,
yo de verdad te lo digo.

-¿A qué horas vendré, señora,
a qué horas vendré al castillo?
-A horas de la media noche,
cuando cante el gallo primo,

a esas horas de la noche
el rey estará dormido.
Ven a sombra de tejados,
para no ser conocido.

Aún no eran las doce dadas,
Gerineldo en el camino,
los zapatos en la mano,
a fin de no ser sentido.

Halló una escala al balcón,
por ella subió al castillo.
Cada escalón que subía
le costaba un suspirillo,

y en el último escalón
la infanta le había sentido.
-¡Oh, quién ronda mi palacio,
quién es ese atrevido?

-Gerineldo soy, señora,
que vengo a lo prometido.
-Si tú fueras Gerineldo
dieras señas del castillo.

-A los pies de vuestra cama
hay un limón muy florido.
Ya lo agarra de la mano
para dentro lo ha metido,

lo lavó en agua de rosas
para acostarlo consigo;
tantos son besos y abrazos
el sueño los ha vencido

Despertara el rey gritando
de un sueño despavorido:
-“O me duermen con la infanta
o me roban el castillo”

Llamó el rey a Gerineldo,
su pajecillo querido,
que le trajese las armas,
que le trajese el vestido.

Y le contesta otro paje,
de Gerineldo enemigo:
-Se ha ido a jugar a los dados
con las damas al castillo.-

Pronto se pone de pie,
más pronto coge el vestido,
puso la espada en el cinto
y se fue para el castillo.

Topólos boca con boca,
como mujer con marido:
-Si mato a mi hija, la infanta,
¿quién ha de heredar lo mío?

y, si mato a Gerineldo,
lo he criado desde niño;
pondré mi espada entre medias
que me sirva de testigo.-

-¡Válgame Dios, Gerineldo,
qué buen sueño hemos tenido!,
la espada del rey mi padre
entre los dos ha dormido.

-No se asuste, la infantita,
que yo la traje conmigo.
-Mientes, mientes, Gerineldo,
que yo bien la he conocido,

que la de mi padre es de oro,
la tuya de acero fino.-
Se levanta Gerineldo
y hacia palacio se ha ido.

-¿Dónde vienes, Gerineldo,
que vienes descolorido?
-Vengo de cazar la garza,
de las orillas del río.

-Esa garza, Gerineldo,
la crié yo con mi trigo.
Tómala tú por mujer
y ella a ti por marido

Entre las muchas variantes, se ha podido observar que conforme se trasmitía el romance, tanto por parte de mujeres como por hombres, han reaccionado contra este triunfo de la pasión y han visto con malos ojos a la “casquivana” mujercita de la clase noble, y hasta en Andalucía, se han difundido algunas versiones con la respuesta "machista" de Gerineldo:

-Tengo juramento hecho
a la Virgen de la Estrella,
mujer que ha sido mi dama
de no casarme con ella,
que, como se entregó a mí,
se entregará a otro cualquiera.


Estas estrofas han dado lugar a que en algunas versiones andaluzas, se haya continuado el romance de “Gerineldo” con una segunda parte, llamada romance de “La Condesita”, para que la doncella "liviana" muestre su fidelidad, puesta en entredicho por el propio Gerineldo.


Pórtense bien y no den lugar a que me den las quejas,
ya que luego "menrito" y eso da lugar a regañinas.

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