15 abril, 2009

LO POLÍTICAMENTE CORRECTO

En la muy noble y leal ciudad de Alcaudete

Procuro, y sus señorías lo saben, adecuar mi forma de pensar del siglo XVII a la época actual y aunque lo consigo en algunos temas, me es totalmente imposible en otros. Este es el caso de lo que vuesas mercedes llaman lo políticamente correcto, o sea, me explico, que uno no diga lo que piensa porque está mal visto socialmente, aunque les conste que la inmensa mayoría piensen igual que sus señorías.
A veces veo en las televisiones, oigo en las radios e incluso personalmente, a gentes que han sufrido un daño irreparable por parte de un felón traidor y desalmado, que puede ser un maltratador marido que ha acuchillado a su mujer, o un desgraciado bellaco que ha abusado de un tierno infante haciéndole guarrerías impropias o un miserable que comercia con sustancias de droga que atontan y enajenan a muchachos y mozuelas e incluso que han sufrido un ataque indiscriminado de los que vuesas mercedes llaman ataque terrorista. Pues bien, como decía, veo que esas personas dolidas por la desgracia que les aqueja dicen entre sollozos, frases como “...que se pudra en la cárcel”, “que no salga jamás...”, “... que les hagan lo mismo que han hecho ellos” y me entran ganas de intervenir y decirles, pero ¿como va a ser eso? Si vuesas mercedes saben que en unos pocos años van a estar en la calle y por supuesto, que no va a ser lo que están diciendo, No se van a pudrir en la cárcel ni mucho menos, saldrán ¡vaya si saldrán! y desde luego que no les van a hacer lo que ellos han hecho, ¿y eso porqué?, pues porque vuesas señorías han permitido que se aprueben en este, nuestro solar patrio, unas leyes que consienten esas cosas.


Si a un criminal se le condena a dos mil cuatrocientos años de mazmorras y queda libre en unos años es porque vuesas mercedes han consentido que haya unas leyes que lo permitan y no porque los jueces lo consientan, que a mi modo de ver los jueces lo único que hacen es aplicar las leyes que hay. Pero esto que digo es políticamente incorrecto, o sea que no se hable más.
A veces alguien indignado dice en una reunión “yo no quiero que maten a nadie pero si a un asesino se le condena a mil y pico de años pues que los cumpla” y todos miran a esa persona como si hubiese blasfemado, es decir ha expresado una idea políticamente incorrecta.

L0 mismo ocurre con los eufemismos, sus señorías saben que un eufemismo es una palabra o expresión políticamente correcta y menos ofensiva que sustituye a otra considerada de mal gusto o malsonante, que puede ofender o soliviantar al escuchante, pero a veces, el propio eufemismo pasa a ser considerado inconveniente, con el tiempo, para ser sustituido de nuevo. Este es el caso de “mujer pública” eufemismo de prostituta o ramera, que alguien aficionado o aficionada a lo políticamente correcto inventó hace años, y que en estos días se utiliza como argumento contra el machismo, (comparen con el significado de hombre público). O sea que a veces usar eufemismos se vuelve contra los promotores de los mismos. (No se alarmen que hoy no toca hablar de los/las miembros/miembras).

Ya verán sus señorías como se acaba cambiando el nombre de la calle “el Conde Negro” por el políticamente correcto de “el Conde Subsahariano”. Si magrebíes son los que viven en el Magreb es absurdo que en vez de moros se diga “magrebíes”, eufemismo políticamente correcto, pero observen que nadie llama magrebíes a los blancos que nacieron y viven en el Magreb. Por otro lado, los moros ricos que viven en Marbella han conseguido que les llamemos “árabes” que por lo visto mola más.
En otro orden de cosas la chusma es chusma sea cual sea su raza o credo y hasta donde alcanzo con mis entendederas sé que a nadie le gusta juntarse con la chusma o con gente descomunal y soberbia. Pero, si por casualidad le colocan chusma en la cama de al lado en un hospital, no se le ocurra protestar, ni si quiera cuando sus veinte familiares de la misma camada o étnia le vengan a visitar y no paren de vociferar todo el rato, ni tan siquiera comentar este tema con sus amistades, pues es otra cosa políticamente incorrecta y podría ser tildado de elitista, sectario y hasta racista según el caso.

No dejemos el lenguaje en manos de los/las politicamente correctos/as pues acabaremos hablando como imbéciles. Un ama de casa no es “una mujer dedicada a sus labores” es simplemente ama de casa y a mucha honra. Un maricón no es un “gay”, que a fin de cuentas es maricón en inglés. Un negro es un negro y no es un “subsahariano” o una “persona de color” ¿de que color? Pues negro ¡leche!.


Un gitano no es “un miembro de una minoría étnica en proceso de integración”, es gitano a secas, lo mismo que yo soy un payo para ellos. Una birria de piso no es una “solución habitacional”, es un pisucho. Un enano es eso, enano y no una “persona bajita”, si yo fuese enano me ofendería que me dijesen esa tontería. Un feo no es “mal parecido”, ¿mal parecido con quien? ¿con un guapo?
Deberían, a mi parecer, ser más sinceros y menos hipócritas, llamar al pan pan y al vino vino y si alguien les dicen que las quejas que expresan en sus tertulias son políticamente incorrectas no hagan caso y mantengan su criterio, no sea que les ocurra como al importante político actual que, traicionado por su subconsciente, ha dicho recientemente que ojalá juzguen en Francia al último terrorista cautivo, porque así de seguro que le cae la perpetua. Cosa que es cierta pero que a mi parecer es de lo más políticamente incorrecto, sobre todo viniendo de la boca de quien viene.


Pórtense bien y no den lugar a que me den las quejas,
ya que luego "menrito" y eso da lugar a regañinas.

EL CORAZÓN COMIDO

En la muy noble y leal ciudad de Alcaudete ...

Después de haber pasado unos tres años en Nápoles, cumpliendo un servicio de don Francisco Fernández de Córdoba, cuarto Conde de Alcaudete, regresé a España allá por el verano de 1615. Otros tres años en la capital del reino me costó la obtención de las órdenes religiosas, hasta que en Diciembre de 1617 y a pocos días de la muerte de mi padre, marché a Peñaranda de Bracamonte para tomar posesión de la parroquia.
Fue en esta villa y a poco de llegar, que me contaron la historia que les voy a relatar a vuesas mercedes:
Hace muchos, muchos años que en el lugar donde hoy se encuentra el pueblo de Gimialcón, a poca distancia de Peñaranda, había un pequeño castillo en el que vivía el conde Ubaldo de Arévalo con su linda esposa Calista. Dicen los que les conocieron que eran de probada nobleza él y de una deslumbrante belleza ella, así es que se podría decir que formaban una feliz pareja que trascurría su vida placenteramente a la espera de que el Todopoderoso les bendijera con hijos que heredasen sus riquezas. Él con su afición favorita, la cetrería y ella bordando y leyendo poesías de las que trovadores vagabundos la surtían.

Fue por aquel entonces que el rey de Castilla mando llamar a la corte al conde don Ubaldo y solícito corrió al lado de su monarca, mientras que su esposa permaneció en el castillo con su dama de compañía y al cuidado de su hacienda. Pero hete aquí que se dejó caer por el lugar un apuesto mancebo llamado Benildo de San Bricio, que dominaba como nadie el trovo y su dulce voz era como terciopelo en los oídos de las damas, así es que de momento fue requerida su presencia ante la señora doña Calista, que tan aficionada a la canción y la poesía era.
Un día tras otro fue regalando los sentidos de las dos damas hasta que doña Calista enloqueció de amores hacia el apuesto trovador, entonces ya solo lo quiso para ella, apartando de las tertulias poéticas a su dama de compañía que, contrariada y despechada, comenzó a urdir la forma de vengarse de su dueña, contándoselo todo a su señor don Ubaldo.
Ajena a todo estaba la linda Calista que se entregó por completo a su nueva y alocada pasión por el apuesto Benildo, pasando a su lado dulcísimas veladas llenas de carantoñas y promesas de amor eterno, hasta que anunció su llegada el dueño del castillo, su marido don Ubaldo. Se celebró una cena de bienvenida para el señor conde y durante la misma intentaron los amantes disimular su alocada relación, Benildo cantó y recitó ante los comensales anunciando que al amanecer partiría hacia un nuevo destino, con el fin de que no sospechase nada el esposo. Pero a los postres y en un aparte, la despechada dama de compañía le contó todo al conde, mostrándole pruebas y cartas amorosas de la adúltera.
Don Ubaldo reprimió su ira y salió al patio del castillo a maquinar la manera de vengarse de los amantes. Tan enamorado como estaba de doña Calista, ni se le pasó por la cabeza hacerle el más mínimo daño físico pero si que deseaba con todas sus fuerzas vengarse del trovador y escarmentar a la casquivana, por lo que esperó a que todos durmiesen y con sigilo entró en el cuarto donde descansaba Benildo, degollándolo de un certero tajo. En su ira le arrancó el corazón que depositó en una bandeja y con la ayuda de uno de sus fieles lo arrastró al vertedero de las basuras del castillo, afuera de la muralla, para que fuese devorado por las alimañas. Después volvió a la habitación y se sentó frente al corazón del adúltero, para estudiar la forma de vengarse de su esposa.
Ya clareaba el día cuando cogió el corazón y se dirigió a las cocinas echando a todo el mundo afuera y diciendo que nadie le molestase pues iba a preparar un exquisito plato para su esposa doña Calista. La mejor cabeza de ajos, albahaca, dos granos de pimienta y perejil fresco picado, el más transparente aceite de oliva, la cebolla más hermosa y moradas berenjenas sirvieron para realizar el sofrito donde cocinó el corazón del trovador cortado en finos filetes. La fuente con el humeante guiso fue ofrecida a su dama. Ella se sirvió dos veces y se deleitó con el guiso, regado con un buen vino castellano. Preguntole a su marido por esa nueva afición a los fogones, a lo que él le respondió que era una nueva forma de cocinar que había aprendido en su estancia en la corte y se llamaba Corazón a la Provenzal... el corazón de su amante.

Cuando ella supo lo que había comido permaneció impasible y en silencio durante un buen rato delante de su marido y sin responder a los reproches que éste le hacía, solo una furtiva lágrima caía de vez en vez por sus pálidas mejillas, hasta que poniéndose de pie se dirigió al adarve de la muralla seguida de su esposo que seguía recriminándola. Se colocó entre dos almenas y sin mediar palabra se arrojó al vacío ante los atónitos ojos del marido. Nada pudo hacer por retenerla y mandó salir a la servidumbre para recoger el cuerpo de Calista. Buscaron y rebuscaron hasta el anochecer pero no lograron dar con él.

Desde lo alto de la muralla el marido dirigió el infructuoso rastreo, hasta que de pronto un hermoso halcón se posó en la almena que tenía al lado. Miró los bellos ojos del ave y se convenció a si mismo que era su esposa convertida en ave, así es que a partir de ese momento no salía de cacería sin portar en su mano y sobre el guante cetrero a lo que él creía que era su amada Calista.
Cuando hizo un año del día en que murió el trovador y desapareció Calista, murió el halcón dejando desolado a don Ubaldo que subía todas las noches al adarve del castillo a llorar su pérdida y desde las casas de los sirvientes se le veía gemir por la muerte del ave. De ahí que contada esta historia una y otra vez vino en quedarse bautizado el lugar con el nombre de Gimi-alcón.



Pórtense bien y no den lugar a que me den las quejas,
ya que luego "menrito" y eso da lugar a regañinas.