07 octubre, 2010

Una cita ineludible...

En la muy noble y leal ciudad de Alcaudete

Hâkem al Mâlik había sido un importante guerrero de la rama de los ziríes granadinos y disponía de hacienda y riquezas en Hins al-Uqbin, lo que vuesas mercedes conocen como Castillo de Locubín pero que por razones de su negocio de mercaderías llevaba unos cuantos años viviendo en Alcabdet, que todos conocen hoy en día como Alcaudete.
Tenía Hâkem un servidor que se llamaba Abdel Hakîm, servicial y refinado, que sustituía y auxiliaba a su señor en múltiples situaciones, Abdel era versado en medicina y tenía fama de curar con habilidad a los que requerían sus servicios. A esas habilidades se unía que era muy culto y tan buen contable que se hacía imprescindible para Hâkem al Mâlik.
Pues he aquí que este buen mozo Abdel, había amores con Yaiza hija de Tâlebq un hacendado socio de su señor y que poseía una importante hacienda por la zona de Benamazor. Joven y enamorado, dedicaba todo su tiempo libre a rondar a su dama y a visitarla en su casa, pero debido a la enfermedad de Tâlebq, sus visitas se hicieron mucho más frecuentes dado que se encargaba de suministrar potingues y remedios que mitigaran su dolencia.
La mala salud de Tâlebq traía de cabeza a toda la familia y no era raro que de madrugada se recibiera aviso en casa de Hâkem al Mâlik, para que Abdel les auxiliase en el suministro de alguna medicina u otro remedio para el padre de su amada.

Eso es lo que ocurrió una noche de verano, en la que empeoró gravemente Tâlebq y por ese motivo se encontraba a la cabecera del lecho nuestro buen Abdel colocándole una serie de emplastos que de poco iban a servir al enfermo.

El trajín de mujeres y sirvientes así como la agonía de Tâlebq le había impedido a Abdel percatarse de una inquietante presencia en la estancia. Se trataba de un personaje alto que vestía un sayal al modo de los frailes cristianos, llevaba calada la capucha que apenas dejaba ver su pálido rostro. sus ojos eran terroríficos ya que no tenían zona blanca alguna, siendo completamente negro todo el globo ocular. Su gesto era severo y miraba a Abdel con tanta insistencia que le produjo un intenso escalofrío.
Avanzó unos pasos y levanto la mano para hacerle un gesto al moribundo. Éste abrió desmesuradamente los ojos y expiró. Después volvió a mirar a Abdel y le dijo -"No esperaba verte aquí"- desapareciendo inmediatamente por donde había llegado.
Turbado por esta aparición que de seguida asoció a la muerte, se escabulló como pudo entre plañideras y familiares del difunto para volver a la casa de su señor, que a esas horas de la mañana disponía la salida de una caravana con mercancías. Al verle Hâkem le preguntó por su desasosiego e inquietud, así es que le explicó con detalle su cuita y temor. El viejo guerrero que era decidido por demás y que había arrostrado durante su vida peligros de toda índole, se tomó un tiempo para pensar y le dijo con parsimonia.
-Mala espina me da esa aparición, pero no temas que vamos a desbaratar los planes que tenga, así es que si no te encuentra, no podrá hacerte ningún mal ni podrá quitarte la vida. Te vas a disfrazar de mendigo para que nadie te reconozca y vas a coger el caballo Rojo para marchar al caserío de Hins al-Uqbin que tengo junto al río. Procura que no te vea nadie y cuando pasen unos días ya te avisaré para que vuelvas si estoy seguro de que se ha marchado.

Así lo hizo Abdel y en cuanto cayó la tarde, Hâkem al Mâlik se lanzó a la calle bien armado y con decisión para buscar al personaje que había identificado como la muerte, recorrió varios lugares y posadas hasta que bien entrada la noche lo encontró sentado ante un vaso de agua en un rincón de la posada del Zagal.
- Perdonad la intromisión, ¿Me permitís que me siente a vuestro lado?
- Si así os place...
- Parece que todos rehuyen vuestra compañía y que no es de agrado teneros cerca...
- A vos no parece incomodaros..., no sé como, pero a buen seguro es que sabéis que no tengo planes para con vos en mucho tiempo.
- Pues no lo sabía pero agradezco la información, estad cierto de que nunca he temido a nada ni a nadie, pero permitidme una pregunta que me intriga..., ¿Porqué le dijisteis a mi sirviente Abdel que no esperabais encontrarlo junto al lecho del difunto Tâlebq?
- Pues porque tiene cita conmigo mañana a primera hora en una finca de Hins al-Uqbin, que está situada junto al río que por allí circula y va a tener un accidente con un caballo llamado Rojo, así es que por ese motivo me extrañó su presencia a la hora de finalizar la vida de Tâlebq...


La sorpresa y un cierto grado de desesperación se apoderó de Hâkem al Mâlik, que sin mediar palabra se levantó y se dirigió a la calle...

Pórtense bien y no den lugar a que me den las quejas,
ya que luego "menrito" y eso da lugar a regañinas.